La respuesta al Covid19 ha de ser valiente, verde y social
En primer lugar: la respuesta en la recuperación de la pandemia por el Covid-19 es una oportunidad inintencionada de cambiar el mundo hacia una economía más verde, pero la emergencia social y las futuras demandas sociales no pueden ser ignoradas, afirma Marcio Viegas.
Los problemas sociales pueden interrumpir, e incluso detener, los proyectos ecológicos. En 2004, antes de la COP10, di el ejemplo de los proyectos de Mecanismo de Desarrollo Limpio (MDL) los vertederos ilegales transformados en vertederos bien gestionados y verdes habían sido detenidos porque los basureros se toparon con que su principal fuente de ingresos había sido literalmente cercada.
“En la prisa inicial por limpiar el aire, estamos olvidando la imagen más amplia de la sostenibilidad”, concluí. Los proyectos MDL, por otras razones, crecerían y terminarían fracasando después.
Una década más tarde, en 2015, antes de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), el Acuerdo de París y una nueva oleada de populismo, hice un punto similar para los bonos verdes: “Los bonos verdes no deberían centrarse en un solo factor ambiental, sino que deberían tener en cuenta consideraciones ambientales, sociales y de gobernanza más amplias”.
Los aspectos sociales fueron parcialmente corregidos por nuevas versiones de los Principios de los Bonos Verdes y estos no han dejado de crecer.
Las demandas sociales genuinas también pueden degenerar en populismo y retrasar o detener las políticas verdes, como sucedió con prácticamente todas las políticas para poner fin correctamente a los subsidios de combustibles fósiles, desde Brasil, con la elección de Bolsonaro con el apoyo de camioneros en huelga, o en Francia, con su movimiento chalecos amarillos.
A pesar de esas advertencias, los problemas sociales, incluyendo oportunidades, permanecen subrepresentados en las finanzas sostenibles. Hay menos bonos sociales – a pesar del reciente crecimiento – que bonos verdes, por ejemplo. Y continúa: los recientes informes de Finanzas Sostenibles de la UE, por ejemplo, representan un gran trabajo en torno a la adaptación y mitigación del clima, pero, por falta de tiempo y recursos, no cubren otros problemas medioambientales y sociales. Peor aún, tuvieron un mal comienzo “social” con una lista de salvaguardias bastante defensiva y, lo que es más importante, no consideran los beneficios sociales de los proyectos verdes, como la creación de empleo, tan solo lo hace tangencialmente para la silvicultura.
Exceptuando a Bill Gates y epidemiólogos que están siempre alerta, nadie consideró seriamente una tragedia como la que vivimos con el Covid-19, y mucho menos en las finanzas: los que lo hicieron, como el Banco Mundial con sus bonos de pandemia, lo hicieron fuera de lugar. Incluso después de que el Covid-19 se declarara oficialmente pandemia por la Organización Mundial de la Salud, los famosos bonos no fueron activados inmediatamente.
“Su diseño por parte del sector privado tiene fallos, por defecto benefician al sector privado en lugar de proteger a las personas que sufren una pandemia”, dijo Clare Wenham, profesora asistente de Política de Salud Global en la London School of Economics para el Financial Times.
El Covid-19 es una calamidad humana y económica, aunque las consecuencias medioambientales iniciales del virus y los bloqueos han tenido impactos positivos, como la reducción de emisiones, la creciente atención prestada a la ciencia y un inintencionado “simulacro de crisis climática” a una escala que nadie podría haber imaginado. Otro beneficio es que los negacionistas han empezado a parecer estúpidos en cuestión de días, y no décadas.
Desde una perspectiva más amplia de sostenibilidad, el Covid-19 es también un recordatorio catastrófico de que los problemas sociales, y perdón por la repetición, detienen y retrasan las políticas, inversiones y proyectos medioambientales. La Comisión Europea, verbigracia, está retrasando parte de sus iniciativas del Pacto Verde.
Al mismo tiempo, todos estamos aprendiendo sobre un nuevo orden “social” y posibles perspectivas de inversión, más allá de los nuevos – e inteligentes – “coronabonos” y otras oportunidades relacionadas. Por ejemplo, inversiones: empleados, productos y servicios para facilitar el teletrabajo y la educación en el hogar, la resiliencia empresarial o los trabajos críticos poco cualificados. ¡O bonos de catástrofe para desastres sociales!
Un reajuste financiero sostenible
Está claro que las finanzas sostenibles necesitan un reajuste “social” en la ecuación de los factores ambientales, sociales y de gobernanza (ASG).
De lo contrario, no serán realmente sostenibles (incluso habiéndose demostrado que las inversiones sostenibles son más resilientes).
Los problemas sociales son naturalmente más difíciles de medir y predecir, pero deberíamos ser más modestos sobre “conocer las incógnitas”, ir más allá de no dañar a las personas y, de hecho, buscar oportunidades, empleos en una “transición justa” y mantener el foco sobre los ODS.
Esto es especialmente importante ahora que se están enmarcando los paquetes de estímulo económico. Con el fin de evitar más disturbios sociales y potencialmente más populismos en el poder, la recuperación necesita ser urgente, ambiciosa, verde y justa: los sectores como el petróleo, el gas y la aviación están yendo a la bancarrota, con un tabú “marrón” para algunos.
La mayoría de los economistas nos dicen que, en cualquier recesión, los trabajos deben salvarse antes que nada y, más importante, en esta crisis los trabajos deberían moverse y crearse en sectores más sostenibles. Una recuperación más verde y social, será una recuperación sostenible: las finanzas públicas y privadas necesitan considerar todas las variables clave y ayudar en esta ecuación.
Artículo publicado originalmente en Environmental Finance